10 sept 2007

Golpe a golpe



Y en sus fotografías mostraba una odiosa sonrisa. Los labios estirados y el pelo largo recogido en una larga cola. En la playa o con corbata. Pensó entonces que aquella sonrisa era robada, como lo fueron aquellos besos. Toda la alegría que le había sido sustraída la mostraba él sin disimulo. No le gustaba odiar a nadie, pero en esta ocasión no podía evitarlo. De haber podido, hubiera golpeado su cara con el puño bien cerrado y con todas sus fuerzas. Le hubiera hecho sangrar, golpe a golpe, hasta que su mano no pudiera más. Los dedos, sangrientos, podrían limpiarse con las lágrimas que, a buen seguro, le caerían desde sus ojos. Sus propias lágrimas saladas escociendo sobre los dedos rotos. Y habría remordimiento. Probablemente sí. Todo el remordimiento que cabe en una mente perdida por los celos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Eres un crack!

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